Relato
Todos contra la corrupción
por Ángeles Navarro Moya
En el edificio de Finanzas Públicas el guardia se queda con nuestros Documentos Personales de Identificación. Hemos llegado aquí tras manejar dos horas. Subimos unas gradas metálicas y el funcionario que nos ha traído hasta aquí nos señala las sillas donde debemos esperar a que nos llamen. Dos hombres aguardan su llamada. Uno de ellos porta una tabla con un clip que sujeta un formulario. Se nos acerca un funcionario con una copia del formulario en la mano. Primero nos saluda con una cordial bienvenida al Registro General de Adquisiciones del Estado. Hay algo robótico y calculado en sus movimientos.
Trato de corresponder a su amabilidad, pero el halo de falsedad que rodea aquella ceremonia, me lo impide. Me siento confundida. Apenas presto atención a las instrucciones sobre cómo rellenar el formulario. Le digo, titubeando, que nuestros DPIs los dejamos con el guardia y que no sabemos los números de memoria. Es uno de los datos que hay que colocar en el formulario. Mi voz suena algo compungida, temerosa, no sé por qué. El funcionario trata de calmar mi evidente frustración. Me informa que tienen fotocopia de nuestros documentos. Echo un vistazo al formulario: Nombre/Número de DPI/Empresa/Rango de edad/Etnia/Idioma/Género. Los últimos cuatro datos se introducen con un número. A pie de hoja las instrucciones: Rango de Edad. 1)De 18 a 35 años 2)De 36 a 60 años 3)Más de 60 años. Coloco el número 2 en la casilla correspondiente. Etnia. 1)Maya 2)Ixca 3)Garífuna 4)Mestizo o ladino 5)Otro. Dudo un momento. La pregunta me incomoda. Ese «Otro» me inquieta. Me niego a identificarme como Otro y coloco el número 4 en la casilla. Idioma. 1)K´iche´2)Q´eqchi´3)Kaqchikel 4)Mam 5)Poqomchil 6)Tz´utujil 7)Achí 8)Q´anjob´al 9)Ixil 10)Akateko 11)Chuj 12)Jakalteco 13)Poqomam 14)Ch´orti´15)Awakateko 16)Sacapulteko 17)Garífuna 18)Uspanteko 19)Tektiteko 20)Chalchitelo 21)Xinca 22)Itzal 23)Mopan 24)Castellano. Por una especie de intuición llegada desde algún lugar oculto para mi conciencia, mi mirada pasa rápido los primeros veintitrés idiomas de Guatemala y se posa sin titubear sobre el número 24. Género. 1)Hombre 2)Mujer. En mi casilla coloco el número 2 y en la casilla de mi socio coloco el número 1. Así quedamos. Yo: Mujer, Mestiza entre 36 y 60 años, idioma castellano. Mi socio: Hombre, mestizo entre 36 y 60 años, idioma castellano. Y así, nuestras identidades han quedado definidas.
Me pregunto cuántos máster y postgraduados sobre identidad e inclusión habrá estudiado la persona que ha diseñado el formulario. Se le olvidó realizar un máster sobre género, entonces estaría más completo y podríamos concretar aún más quienes somos: hombre cis, mujer cis, mujer trans, hombre trans o género fluido. Un error imperdonable para la inclusión. Me pregunto si la clase social no debería formar parte de nuestra identidad. Porque, para mí, la lucha de clase, las manifestaciones cada primero de mayo y mi barrio obrero me marcaron a fuego la piel como a una vaca marcada con el sello de su propietario. La clase social no. Eso mejor lo obviamos.
Lo dejamos afuera del concepto identidad. Supongo que la clase social es móvil. Podemos pasar de ser pobres a ser ricos y a la inversa. En cambio, el género, el idioma, la etnia, no. ¿Será por eso? Le digo al oído a mi socio: ¿te has fijado que han colocado el idioma castellano el último de la lista? ¿Será una venganza contra el invasor español? No es eso. Es porque fue el último idioma que llegó al país. Me sorprende su sentido de la lógica. Mi socio, hombre cis, de mediana edad, mestizo, que habla castellano y, muy lógico. Reviso la lista de idiomas y veo el idioma Garífuna en el número 17. Este idioma llegó después que el castellano, le digo señalando el formulario. Es el idioma que hablan los garífunas de Livingston y Puerto Barrios. Bueno, tal vez es por la venganza al invasor colonialista, contesta y regresa a su indiferencia habitual.
Nos quedamos sentados y callados, como dos alumnos que esperan a que la directora del colegio los llame para ser regañados por alguna falta estudiantil. Nos hacen pasar a una sala. Son tres: el funcionario que nos dio el formulario, y dos funcionarios más, un hombre joven, mestizo que habla castellano y una mujer de media edad, idioma también castellano. Todos muy dignos e imparciales. Coloco el cartapacio con todos los documentos originales que he presentado en línea para la precalificación de nuestra empresa como proveedor del Estado. Dicen que tienen una duda con el establecimiento. Mientras busco el contrato de alquiler les explico que hasta la pandemia rentábamos un local en un centro comercial. Pero que ahí empezamos a trabajar desde nuestra casa y que, para el Registro Mercantil, tuvimos que formalizar un contrato de alquiler.
Que está firmado por mí por partida doble: como representante legal de la empresa y también como propietaria del inmueble. Revisan el contrato original. El documento escaneado aparece proyectado sobre la pared a tamaño gigante. Tiene errores. Es un error del escáner, indico. Ellos afirman y parecen satisfechos. El contrato es prorrogable mediante nota simple. Les explico que para las notas simples utilicé mi firma digital, para no gastar papel. Les entrego las notas con mi firma original, en negro.
Mi firma digital es azul. Se entrecruzan miradas con gestos encriptados para mí y acordados previamente. Finalmente, el funcionario número dos me dice que no lo pueden aceptar. Que en quince días recibiré un oficio por correo electrónico informando que por inconsistencias con la documentación recibida no se puede proceder con la precalificación. Todos los demás documentos están correctos: estados financieros, balance general, acreditación de experiencia, certificado bancario de línea de crédito, etc.
Les pregunto si es necesario que anulen todo el proceso. Si no podrían solicitar que subsane las notas simples de prorrogación del contrato de alquiler. Que algunos de los documentos legales presentados tienen treinta días de validez y los voy a tener que hacer de nuevo. Y que mientras espero el oficio y preparo de nuevo todo el expediente, nuestra empresa no va a poder participar en la Licitación. Me dicen que no. Que es la ley. Que es para protegerse ellos mismos. Pero también a nosotros. Al sistema. Al Estado. Al Pueblo. Citan la ley.
Mi socio y yo salimos indignados de la sala. Ni siquiera esperamos que nos entreguen las notas simples firmadas con bolígrafo negro que se han llevado para poder redactar el oficio que nos harán llegar mediante correo electrónico en quince días. (Qué gran error. Cómo no me di cuenta.). Me lanzo hacia la escalera metálica bufando «es para reír, es para reír». El funcionario me lanza una mirada que ignoro. Abajo, le arranco de las manos mi DPI al guardia. En el carro abro el navegador en mi celular y escribo nuestro destino con la esperanza de que no nos quedaremos atrapados en el tráfico de la hora punta. Nos esperan entre dos y cuatro horas de camino.
¿Para eso nos han citado? ¿Qué pretendían? Continúo. Parecían detectives buscando pillar in fraganti al pecador. Me sentí escudriñada como un virus en un laboratorio.
Que las notas simples se tengan que rehacer con la firma original, no me molesta. Dice mi socio. Lo que me parece increíblemente absurdo es que nos hayan convocado en persona para decirnos eso. ¿No nos podían haber informado por correo que había algo extraño en la copia escaneada que subimos al sistema? Lo hubiéramos arreglado, y después, sí, con gusto llegamos a mostrar todos los documentos originales. Pero esto nos deja fuera de juego por un mes más. Sin contar con la pérdida de tiempo entre la ida y la venida.
Querían señalarnos en persona. Hacernos saber que nos vigilan, que luchan contra la Corrupción.
Nos quedamos callados y mi socio enciende la radio: los mejores éxitos de los ochenta y los noventa.Mientras, otra empresa que decidió no ahorrar papel, que imprimió y firmó la nota simple de extensión del contrato de alquiler de su establecimiento cuyos propietarios son los mismos que los propietarios de la empresa, sí han sido precalificados. Están en la lista de proveedores del Estado. Podrán participar en la Licitación. Nosotros no. Todos luchamos contra la corrupción.